LECCION 12
- Categoría: LECCION 1 - 2025
- Publicado el Martes, 25 Marzo 2025 21:09
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Lección 12 Edición Adultos – Amor y justicia: Los dos mandamientos más importantes – Sábado 22 de Marzo 2025
AdolfoCalsin March 15, 20250 comments
Sábado, Marzo 15
Amor y justicia: Los dos mandamientos más importantes
Lee para el estudio de esta semana
Mateo 22: 34–40; Zacarías 7: 9–12; Salmo 82; Miqueas 6: 8; Mateo 23: 23–30; Lucas 10: 25–37.
Para memorizar
«Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4: 20).
Si bien confiamos en que Dios pondrá finalmente en orden todas las cosas, sigue siendo importante lo que los cristianos hagamos aquí y ahora. Aunque pueden existir muchas injusticias y males que Dios no erradicará en el presente debido a los parámetros del Conflicto Cósmico, esto no significa que no podamos ser utilizados para ayudar a aliviar en lo posible cualquier sufrimiento y mal que encontremos.
Como hemos visto, el amor y la justicia son inseparables. Dios ama la justicia. Por consiguiente, si amamos a Dios, también amaremos la justicia.
Del mismo modo, si amamos a Dios, nos amaremos unos a otros. Parte del amor mutuo consiste en compartir la preocupación por el bienestar de quienes nos rodean. Cuando otros sufren pobreza, opresión o cualquier tipo de injusticia, debemos preocuparnos. Cuando otros son oprimidos, no debemos mirar hacia otro lado. Debemos preguntarnos qué podemos hacer para promover el amor y la justicia de Dios de manera que reflejemos en nuestro estropeado mundo el carácter perfectamente recto y amoroso de nuestro Señor.
Domingo, Marzo 16
Los dos mandamientos principales
A fin de reflexionar acerca de lo que podemos hacer, individual y colectivamente, para promover el amor y la justicia de Dios en nuestro mundo, conviene comenzar centrándonos en lo que Dios nos ha ordenado.
Lee Mateo 22: 34 al 40. ¿Cómo respondió Jesús a la pregunta del intérprete de la ley?
Según el propio Jesús, el «primero y grande mandamiento» es: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». Y luego añadió: «Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”». Sin embargo, estos mandamientos no son los únicos. Jesús enseñó además lo siguiente: «De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mat. 22: 37-40). De hecho, esos dos mandamientos son citados en el Antiguo Testamento.
Lee Mateo 19: 16 al 23. ¿Cómo se relacionan las respuestas de Jesús al joven rico con las que dio al intérprete de la Ley en Mateo 22?
¿Qué sucedió aquí? ¿Por qué respondió Jesús a ese hombre como lo hizo? ¿Qué deberían decirnos estos encuentros independientemente de nuestra posición o situación en la vida?
«Cristo presentó las únicas condiciones que pondrían al príncipe donde desarrollaría un carácter cristiano. Sus palabras eran palabras de sabiduría, aunque parecían severas y exigentes. En su aceptación y obediencia estaba la única esperanza de salvación del príncipe. Su posición exaltada y sus bienes ejercían sobre su carácter una sutil influencia para el mal. Si los prefiriese, suplantarían a Dios en sus afectos. El guardar poco o mucho sin entregarlo a Dios sería retener aquello que reduciría su fuerza moral y eficiencia; porque si se aprecian las cosas de este mundo, por inciertas e indignas que sean, llegan a absorberlo todo» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 491).
Aunque no todos estemos llamados a vender nuestras posesiones, como este joven rico, ¿a qué te estás aferrando que, si no lo dejas, podría poner en riesgo tu salvación eterna?
Lunes, Marzo 17
Los dos mayores pecados
Según el propio Jesús, los dos mandamientos más importantes son el amor a Dios y el amor a los demás. Obedecer estos mandamientos implica sacrificios que muestren de forma tangible el amor a los demás, lo que realmente significa seguir los pasos de Jesús.
Ahora bien, si los dos mandamientos más grandes son el amor a Dios y el amor a los demás, ¿cuáles son los dos pecados más grandes?
Lee Salmo 135: 13 al 19. ¿Qué revela esto acerca de un pecado común que es destacado a lo largo de las Escrituras?
El Antiguo Testamento subraya continuamente la importancia del amor a Dios por encima de todo (ver Deut. 6: 5). Esto está estrechamente relacionado con el gran pecado de la idolatría, que es lo opuesto al amor a Dios.
Lee Zacarías 7: 9 al 12. Según el profeta Zacarías en este pasaje, ¿qué condena Dios? ¿Cómo se relacionan esto y el pecado de idolatría con los dos grandes mandamientos?
La idolatría no es lo único a lo que Dios responde con la ira del amor, sino también al maltrato contra su pueblo, ya sea individual o corporativamente. Dios se enoja ante la injusticia porque él es amor.
Los dos grandes pecados enfatizados a lo largo del Antiguo Testamento son faltas relacionadas con los dos grandes mandamientos: el de amar a Dios y el de amar a los demás. Los dos grandes pecados consisten en la ausencia de amor. En resumen, no se pueden cumplir los mandamientos si no se ama a Dios y a los demás.
De hecho, 1 Juan 4: 20 y 21 afirma: «Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: “El que ama a Dios, ame también a su hermano”».
¿Cómo puedes explicar por qué el amor a Dios no puede separarse del amor a los demás? ¿Cómo entiendes este vínculo inquebrantable?
Martes, Marzo 18
Dios ama la justicia
Las Escrituras declaran que Dios ama la justicia y odia el mal (por ejemplo, Sal. 33: 5; Isa. 61: 8), lo que despierta en él una justa indignación en favor de toda víctima de la injusticia. A lo largo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, Dios muestra constantemente su amor y cuidado por los oprimidos, al tiempo que expresa su justa ira contra los victimarios y opresores.
Lee Salmo 82. ¿Cómo expresa este salmo la preocupación de Dios por la justicia en este mundo? ¿Qué significa esto para nosotros?
Según muchos comentaristas, este pasaje condena a los gobernantes terrenales responsables de la injusticia en la sociedad y se refiere también al juicio futuro del que Dios hará objeto a los gobernantes celestiales, los «dioses» (es decir, las fuerzas demoníacas) que están detrás de los jueces y los gobernantes terrenales corruptos. En este salmo se pregunta específicamente a los gobernantes: «¿Hasta cuándo ustedes juzgarán con injusticia, y tratarán como inocentes a los impíos?» (Sal. 82: 2, RVC).
Además, se les pide: «¡Defiendan a los pobres y a los huérfanos! ¡Hagan justicia a los afligidos y a los menesterosos! ¡Liberen a los afligidos y a los necesitados! ¡Pónganlos a salvo del poder de los impíos!» (Sal. 82: 3, 4, RVC). Aquí y en otros lugares, los profetas del Antiguo Testamento hacen un claro llamado a la justicia. No se trata de una preocupación secundaria de las Escrituras, sino que ocupa un lugar central en el mensaje de los profetas de todo el Antiguo Testamento y en lo que Jesús dijo durante su ministerio terrenal.
No es ningún secreto lo que Dios desea y exige de quienes pretenden amarlo y obedecerlo. Lo especifica muy claramente en Miqueas 6: 8 (y en pasajes similares en otros lugares): «Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios».
Este principio se repite en toda la Escritura. Por ejemplo, Jesús dijo: «En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros» (Juan 13: 35, RVC; compara con 1 Juan 4: 8-16).
¿Cómo serían nuestras familias e iglesias si nos centráramos en Miqueas 6: 8 y lo pusiéramos en práctica? Sea cual fuere el contexto en el que te encuentres, ¿cómo podrías aplicar y manifestar mejor estos principios?
Miércoles, Marzo 19
Llamados a establecer la justicia
Los profetas bíblicos subrayan continuamente el llamado de Dios a practicar la justicia en la sociedad. Las Escrituras no se amedrentan a la hora de poner de relieve cuestiones de injusticia y opresión. De hecho, la exhortación de Dios a traer el juicio era en sí misma el llamado divino a establecer la justicia.
Por ejemplo, el profeta Isaías no titubea a la hora de hablar de la injusticia en el Israel de su época. Sus palabras y su llamamiento a la justicia deberían resonar de manera clara y rotunda en nuestros oídos hoy: «Aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda» (Isa. 1: 17). Además, proclama «ay» contra los que «dictan leyes injustas […] para apartar del juicio a los pobres» (Isa. 10: 1, 2), advirtiendo: «¿Qué haréis en el día del castigo? ¿A quién os acogeréis para que os ayude cuando llegue de lejos el desastre?» (Isa. 10: 3).
Asimismo, el profeta Jeremías proclama el siguiente mensaje de Dios: «¡Ay del que edifica su casa sin justicia y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, sin darle el salario de su trabajo! […] ¿No comió y bebió tu padre, y actuó conforme al derecho y la justicia, y le fue bien? Él juzgó la causa del afligido y del necesitado, y le fue bien. ¿No es esto conocerme a mí?, dice Jehová» (Jer. 22: 13, 15, 16).
Lee Mateo 23: 23 al 30. ¿Qué enseña Jesús aquí sobre lo que es más importante? ¿Qué crees que quiere decir cuando se refiere a «lo más importante»?
La injusticia no era una preocupación exclusiva de los profetas del Antiguo Testamento, ya que vemos claramente aquí y en otras partes del ministerio de Jesús que esto era de suma importancia para Cristo mismo. Como él dice: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello» (Mat. 23: 23). En el pasaje paralelo de Lucas, Jesús se lamenta de que pasan «por alto la justicia y el amor de Dios» (Luc. 11: 42).
¿Cómo cambiaría tu perspectiva si hoy te enfocaras en «lo más importante», en lugar de en el diezmo de «la menta, el anís y el comino» en lo que podrías estar enfocado?
Jueves, Marzo 20
¿Quién es mi prójimo?
En el relato de Lucas, justo después de que Jesús declaró cuáles son los dos mandamientos más importantes –el amor a Dios y el amor al prójimo–, un intérprete de la ley, «queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”» (Luc. 10: 29). En respuesta a esto, Jesús contó la ya familiar, pero entonces impactante, parábola del buen samaritano.
Lee la parábola del buen samaritano en Lucas 10: 25 al 37. ¿Qué dice este pasaje a la luz del clamor de los profetas en favor de la misericordia y la justicia, y de los tipos de injusticias que diferentes grupos de personas han infligido a su prójimo a lo largo de la historia?
Jesús no se limitó a hablar de justicia, sino que vino a traerla. Él fue y será el cumplimiento del llamado y el anhelo profético de justicia (ver Luc. 4: 16-21 a la luz de Isa. 61: 1, 2). Él es el Deseado de todas las naciones, especialmente de quienes reconocen su necesidad de liberación.
En contraste directo con el Enemigo, que se aferraba al poder y trataba de usurpar el Trono de Dios, Jesús «se humilló a sí mismo» y se identificó con quienes estaban bajo el pecado (sin ceder al pecado), la injusticia y la opresión, y derrotó al Enemigo entregándose por amor para establecer la justicia como aquel que es justo y el que justifica a todos los que creen. ¿Cómo podemos afirmar que nos preocupa la Ley por la que Cristo murió si no nos preocupa lo que Cristo llama «lo más importante de la Ley»?
Salmo 9: 8 y 9 proclama: «Él juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud. Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia». Asimismo, Salmo 146: 7 al 9 añade que Dios es el «que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna».
¿Podría la Palabra de Dios ser aún más clara acerca de cómo debemos ayudar a los necesitados y sufrientes que nos rodean?
¿Qué podemos aprender de la vida y el ministerio de Jesús acerca de cómo ayudar a los necesitados? Aunque no podamos hacer milagros como él, ¿cómo podría nuestra ayuda ser vista como un «milagro» para aquellos que sufren?
Viernes, Marzo 21
Para estudiar y meditar
Lee el capítulo titulado «El sábado» en las páginas 253 a 260 del libro El Deseado de todas las gentes, de Elena G. de White.
«Los espías no se atrevían a contestar a Jesús en presencia de la multitud, por temor a meterse en dificultades. Sabían que él había dicho la verdad. Más bien que violar sus tradiciones, estaban dispuestos a dejar sufrir a un hombre, mientras que aliviarían a un animal por causa de la pérdida que sufriría el dueño si lo descuidaban. Así manifestaban mayor cuidado por un animal que por el hombre, que fue hecho a la imagen de Dios. Esto ilustra el resultado de todas las religiones falsas. Tienen su origen en el deseo del hombre de exaltarse por encima de Dios, pero llegan a degradar al hombre por debajo del nivel de los brutos. Toda religión que combate la soberanía de Dios, defrauda al hombre de la gloria que le fue concedida en la creación, y que ha de serle devuelta en Cristo. Toda religión falsa enseña a sus adeptos a descuidar los menesteres, sufrimientos y derechos de los hombres. El evangelio concede alto valor a la humanidad como adquisición hecha por la sangre de Cristo, y enseña a considerar con ternura las necesidades y desgracias del hombre. El Señor dice: “Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre” (Isa. 13: 12).
»Cuando Jesús preguntó a los fariseos si era lícito hacer bien o mal en sábado, salvar la vida o matar, les hizo confrontar sus propios malos deseos. Con acerbo odio ellos deseaban matarle mientras él estaba salvando vidas e impartiendo felicidad a muchedumbres. ¿Era mejor matar en sábado, según se proponían ellos hacer, que sanar a los afligidos como lo había hecho él? ¿Era más justo tener homicidio en el corazón en el día santo, que tener hacia todos un amor que se expresara en hechos de misericordia?» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 258).
Preguntas para dialogar:
¿Por qué y cómo es cierto que «toda religión falsa enseña a sus adeptos a descuidar los menesteres, los sufrimientos y los derechos de los hombres»? ¿Qué medidas podemos tomar para evitar esa indiferencia en nuestras iglesias y fuera de ellas?
¿Quién es mi prójimo? ¿Quién es tu prójimo? ¿En qué aspectos prácticos deberíamos los seguidores de Cristo parecernos más al samaritano que traspuso los límites impuestos por la sociedad de sus días para actuar con amor?
Si Dios ama la justicia y la misericordia, ¿cómo deberíamos actuar de acuerdo con lo que más le importa a él? ¿Cómo podemos centrarnos más en lo que Jesús llamó «lo más importante de la Ley»?
Cuando pensamos y hablamos acerca del Juicio, ¿hacemos hincapié en que Jesús se refirió principalmente al tema en términos de si amamos activamente a los demás y en qué medida, particularmente a los oprimidos? Reflexiona acerca de ello a la luz de Mateo 25: 31 al 46.