LECCION 13
- Categoría: LECCION 1 - 2025
- Publicado el Martes, 25 Marzo 2025 21:11
- Escrito por Super User
- Visto: 0
Lección 13 Edición Adultos – El amor es el cumplimiento de la Ley – Sábado 29 de Marzo 2025
AdolfoCalsin March 22, 20250 comments
Sábado, Marzo 22
El amor es el cumplimiento de la Ley
Lee para el estudio de esta semana
Éxodo 20: 1-17; Romanos 6: 1-3; 7: 7-12; Jeremías 31: 31-34; Mateo 23: 23, 24; Santiago 2: 1-9.
Para memorizar
«No tengan deudas con nadie, aparte de la deuda de amarse unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley» (Rom. 13: 8, RVC).
Mientras trataban con un feligrés problemático, alguien de la Junta de la iglesia dijo al pastor: «No podemos tomar decisiones basadas en la compasión». ¿No podemos? Al oír eso, el pastor se preguntaba qué concepto de Dios y de la Ley divina tenía esa persona. No cabe duda de que la compasión debe ser fundamental en nuestro trato con las personas, especialmente con las que se equivocan. La compasión es parte integral del amor y, como dice Romanos 13: 8, amar al prójimo es cumplir la Ley.
Si el amor es realmente el cumplimiento de la Ley, no debemos pensar en la Ley como si estuviera separada del amor o en el amor como si estuviera desconectado de la Ley. En la Escritura, el amor y la Ley son inseparables. El Legislador divino es amor y, por consiguiente, la Ley de Dios es la Ley del amor. Es, como dijo Elena G. de White: «La ley de Dios es el trasunto de su carácter» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 251).
La Ley de Dios no es un conjunto de principios abstractos, sino mandamientos e instrucciones destinados a nuestro desarrollo. La Ley de Dios es, en su totalidad, una expresión del amor tal como Dios mismo lo expresa.
Domingo, Marzo 23
La ley del amor
La Ley de Dios no consiste en principios abstractos; por el contrario, es una expresión que tiene que ver con relaciones. Esto puede verse explícitamente en los Diez Mandamientos, cuyos principios básicos ya existían en el Jardín del Edén. Dicho de otra manera, son los principios del amor que debían regir la relación entre Dios y las personas, y entre estas.
Cuando los Diez Mandamientos fueron proclamados en Éxodo 20 y luego escritos en piedra, se entregaron a Israel en el contexto de una relación de pacto. Los Mandamientos fueron puestos por escrito después de que el Señor liberó al pueblo de Egipto, y se basaban en el amor de Dios y en sus promesas para la nación (ver Éxo. 6: 7, 8; Lev. 26: 12). Las dos divisiones de los Diez Mandamientos muestran que su objetivo es el desarrollo pleno de la relación humana con Dios y de las relaciones interpersonales.
Lee Éxodo 20: 1 al 17. ¿Cómo revelan estos versículos los dos principios, el del amor a Dios y el del amor a los demás?
Los cuatro primeros Mandamientos se refieren a las relaciones de las personas con Dios, y los seis últimos a las relaciones de las personas entre sí. Nuestra relación tanto con Dios como con los demás debe estar regulada por los principios de la Ley de Dios.
Estas dos partes de la Ley corresponden directamente a lo que Jesús identificó como los dos mandamientos más importantes: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Mat. 22: 37; compara con Deut. 6: 5) y «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mat. 22: 39; compara con Lev. 19: 18).
Los cuatro primeros Mandamientos expresan cómo amar a Dios con todo nuestro ser, mientras que los seis últimos se refieren al amor hacia los demás. Jesús hace explícito que estos dos grandes mandamientos del amor están integralmente relacionados con la Ley. «De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mat. 22: 40).
La totalidad de la Ley de Dios, por lo tanto, se fundamenta en el amor divino. El amor y la Ley de Dios son inseparables. A menudo oímos decir: «No necesitamos guardar la Ley, solo necesitamos amar a Dios y amar a los demás». ¿Por qué no tiene sentido esa idea?
¿Cómo podríamos expresar amor a Dios, o amor a los demás, si estuviéramos violando alguno de los Diez Mandamientos?
Lunes, Marzo 24
La ley es santa, justa y buena
El amor es el fundamento de la Ley de Dios. Cuando Dios defiende la Ley, defiende el amor. Esta es la razón por la que Jesús murió para salvar a los pecadores, para poder defender la Ley y al mismo tiempo concedernos la gracia. De este modo, podía ser a la vez justo y justificador de quienes creen (Rom. 3: 25, 26). ¡Qué expresión de amor! En consecuencia, el proceso de redención no invalida la Ley, sino que la confirma.
Lee Romanos 6: 1 al 3 y luego Romanos 7: 7 al 12, con especial atención al versículo 12. ¿Qué nos dicen estos textos acerca de la Ley, incluso después de la muerte de Cristo?
Aunque algunos creen que la gracia y la redención anulan la Ley, Pablo dice claramente que no debemos continuar en el pecado para que la gracia aumente. Por el contrario, quienes están en Cristo por la fe han sido «bautizados en su muerte» y, por lo tanto, deben considerarse muertos al pecado y vivos para Cristo.
La Ley de Dios no es pecado, pero, entre otras cosas, nos hace percibir el pecado y nuestra pecaminosidad. Por eso, «la ley es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno» (Rom. 7: 12). La Ley revela, como ninguna otra cosa, nuestra gran necesidad de salvación, de redención, lo cual solo es posible por medio de Cristo. En consecuencia, no «invalidamos la Ley» por la fe, «más bien, confirmamos la Ley» (Rom. 3: 31).
Cristo no vino a anular la Ley, sino a cumplir todo lo prometido en la Ley y en los Profetas. Por eso insiste en que «antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley» (Mat. 5: 18).
La Ley de Dios representa su santidad, su carácter perfecto de amor, justicia, bondad y verdad (Lev. 19: 2; Sal. 19: 7, 8; 119: 142, 172). A este respecto, es significativo que, según Éxodo 31: 18, Dios mismo escribiera los Diez Mandamientos en las tablas de piedra. Escritas en piedra, estas leyes son testimonio del carácter inmutable de Dios y de su gobierno moral, que se fundamenta en el amor, un tema central del Gran Conflicto.
¿Cómo nos ayuda este vínculo entre la Ley y el amor a entender mejor las palabras de Jesús: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14: 15)?
Martes, Marzo 25
La ley y la gracia
Como hemos visto, la Ley y la gracia no se oponen entre sí. Por el contrario, cumplen funciones diferentes de acuerdo con el amor y la justicia de Dios. Un fuerte contraste entre la Ley y la gracia habría desconcertado a los antiguos israelitas, que veían en la entrega de la Ley por parte de Dios una gran muestra de su gracia. Mientras que los «dioses» de las naciones circundantes eran volubles, totalmente impredecibles y no comunicaban a sus adoradores qué deseaban o cómo complacerlos, el Dios de la Biblia instruye muy claramente a su pueblo acerca de lo que le agrada: lo que es para el bien de todo su pueblo, individual y colectivamente.
Sin embargo, la Ley no puede salvarnos del pecado ni transformar los corazones humanos. Como consecuencia de nuestra pecaminosidad innata, necesitamos un nuevo corazón, un trasplante espiritual.
Lee Jeremías 31: 31 al 34. ¿Qué nos enseña este texto acerca de la promesa divina de darnos un corazón nuevo? Compara esto con lo dicho por Cristo a Nicodemo en Juan 3: 1 al 21 acerca del nuevo nacimiento. Ver también Hebreos 8: 10.
Los Diez Mandamientos fueron escritos por Dios mismo en tablas de piedra (Éxo. 31: 18), pero la Ley también debía estar escrita en los corazones de su pueblo (Sal. 37: 30, 31). La Ley de amor de Dios no debería ser algo externo a nosotros, sino algo inscrito en nuestro carácter. Solo Dios podía inscribir su Ley en los corazones humanos, y prometió hacerlo en favor del pueblo de su Pacto (ver Heb. 8: 10).
No podemos salvarnos por cumplir la Ley. En cambio, nos salvamos por gracia mediante la fe, no por nosotros mismos, sino como un don de Dios (Efe. 2: 8). No guardamos la Ley para ser salvos, sino porque ya lo somos. No guardamos la Ley para ser amados, sino porque somos amados, y por eso deseamos amar a Dios y a los demás (compara con Juan 14: 15).
Al mismo tiempo, la Ley nos muestra nuestro pecado (Sant. 1: 22-25; Rom. 3: 20; 7: 7) y nuestra necesidad de un Redentor (Gál. 3: 22-24); nos guía por los mejores caminos de la vida y revela el carácter de amor de Dios.
¿Dónde radica tu esperanza respecto del Juicio? ¿En tu diligente y fiel cumplimiento de la Ley o en la justicia de Cristo, que te cubre? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de la función de la Ley de Dios, acerca de lo que ella puede hacer y de lo que no es posible para ella?
Miércoles, Marzo 26
El amor es el cumplimiento de la ley
No se puede exagerar la relación entre el amor y la Ley. De hecho, según las Escrituras, amar es cumplir la Ley.
En Romanos 13: 8 al 10, Pablo enseña que «el que ama al prójimo ha cumplido la ley». Después de enumerar varios de los últimos seis Mandamientos, él declara que se resumen todos en este mandato: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rom. 13: 9). De hecho, Pablo enseña explícitamente que «el cumplimiento de la Ley es el amor» (Rom. 13: 10). De nuevo, él explica en Gálatas 5: 14 que «toda la Ley en esta sola palabra se cumple: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”». Pero ¿qué clase de amor es el que cumple la Ley? ¿Cómo es ese amor?
Lee Mateo 23: 23 y 24. ¿Qué es «lo más importante de la Ley»? Lee Deuteronomio 5: 12 al 15 e Isaías 58: 13 y 14. ¿Cómo demuestran estos pasajes la relación entre la Ley (especialmente el mandamiento del sábado) y la preocupación de Dios por la justicia y la liberación?
Jesús identifica «lo más importante de la Ley» como «la justicia, la misericordia y la fe». En relación con el cuarto Mandamiento en particular, podemos ver en las Escrituras que el sábado mismo está integralmente conectado con la liberación y la justicia.
En Deuteronomio 5, el mandamiento del sábado se relaciona con la liberación de Israel de la esclavitud. Es decir, el sábado no es solo un memorial de la Creación, sino también un memorial de la liberación de la esclavitud y la opresión. A su vez, en el contexto de apartarse del propio placer para llamar al sábado deleite y para deleitarse en el Señor (Isa. 58: 13, 14), se hace hincapié en las obras de amor y justicia en favor de los demás: hacer el bien, alimentar a los hambrientos, alojar a los desamparados (ver Isa. 58: 3-10).
Dadas todas estas enseñanzas (y muchas otras), quienes desean cumplir la Ley mediante el amor deben preocuparse no solo por los pecados de comisión, sino también por los de omisión. El amor como cumplimiento de la Ley no solo implica abstenerse de cometer pecados que representan transgresiones de mandamientos específicos, sino que también consiste en hacer el bien activamente, en realizar las obras de amor que promueven fielmente la justicia y la misericordia. Ser fiel a Dios es algo más que no violar la letra de la Ley.
Jueves, Marzo 27
Sobre todo, ámense mutuamente
Si el amor es el cumplimiento de la Ley, entonces uno no puede cumplir la Ley de Dios en sentido pleno simplemente absteniéndose de hacer cosas malas. La propia ley del amor (expresada en la totalidad de las Escrituras) no solo nos ordena abstenernos de hacer el mal, sino que también nos impulsa a realizar actos que revelen el amor de Dios en favor de los demás, y no solo a otros miembros de la iglesia, sino también al mundo en general, que tan desesperadamente necesita un verdadero testimonio cristiano.
Lee Santiago 2: 1 al 9. ¿Qué mensajes cruciales se nos están dando aquí?
Santiago denuncia enérgicamente la injusticia en la sociedad, identificando específicamente la discriminación contra los pobres y la opresión por parte de algunos ricos. Luego, llama la atención sobre la ley del amor al prójimo, diciendo que quienes cumplen esta ley «bien hacen» (Sant. 2: 8).
Como lo expresó Elena G. de White: «El amor hacia el hombre es la manifestación terrenal del amor hacia Dios. El Rey de gloria vino a ser uno con nosotros, a fin de implantar este amor y hacernos hijos de una misma familia. Y cuando se cumplan las palabras que pronunció al partir: “Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan 15: 12), cuando amemos al mundo como él lo amó, entonces se habrá cumplido su misión para con nosotros. Estaremos listos para el cielo, porque lo tendremos en nuestro corazón» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 611).
Cuando amamos al mundo como Cristo lo ama, entonces estamos preparados para el Cielo. ¡Qué poderosa expresión de lo que significa ser seguidor de Jesús!
Jesús ordena a sus seguidores: «Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros» (Juan 13: 34, RVC). Jesús también proclama: «En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros» (Juan 13: 35, RVC). El amor ocupa un lugar tan central en la fe cristiana porque Dios es amor (1 Juan 4: 8, 16). Por lo tanto, quienes afirman amar a Dios deben amarse unos a otros (compara con 1 Juan 3: 11; 4: 20, 21).
En consecuencia, 1 Pedro 4: 8 exhorta a los cristianos: «Por sobre todas las cosas, ámense intensamente los unos a los otros, porque el amor cubre infinidad de pecados» (RVC; ver también Heb. 10: 24; 1 Tes. 3: 12).
Detente a pensar en la idea de amar al mundo como Cristo lo amó y lo ama. ¿Cómo podría esto ayudarnos a comprender mejor el concepto de la perfección cristiana y de cómo somos hechos aptos para la vida eterna? Comparte tu respuesta con tu clase el sábado.
Viernes, Marzo 28
Para estudiar y meditar
Lee el capítulo titulado «Estos mis hermanos pequeñitos» en las páginas 607 a 612 del libro El Deseado de todas las gentes, de Elena G. de White.
«Los que sirvan a otros serán servidos por el príncipe de los pastores. Ellos mismos beberán del agua de vida y serán satisfechos. No desearán diversiones excitantes, o algún cambio en su vida. El gran tema de su interés será cómo salvar las almas que están a punto de perecer. El trato social será provechoso. El amor del Redentor unirá los corazones.
»Cuando comprendamos que somos colaboradores con Dios, no pronunciaremos sus promesas con indiferencia. Arderán en nuestro corazón y en nuestros labios. A Moisés, cuando le llamó a servir a un pueblo ignorante, indisciplinado y rebelde, Dios le prometió: “Mi rostro irá contigo, y te haré descansar”. Y dijo: “Yo seré contigo” (Éxo. 33: 14; 3: 12). Esta promesa es hecha a todos los que trabajan en lugar de Cristo por sus hijos afligidos y dolientes» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 611).
Preguntas para dialogar:
Lee 1 Corintios 13: 4 al 8. ¿De qué manera 1 Corintios 13 arroja luz sobre la clase de personas que debemos ser?
¿Qué separa a las ovejas de las cabras en Mateo 25: 31 al 46? ¿Cómo podemos entender lo que Jesús dice aquí sin caer en el error de la salvación por obras?
¿Qué significa para ti que «cuando amemos al mundo como él lo amó, entonces se habrá cumplido su misión para con nosotros. Estaremos listos para el Cielo, porque lo tendremos en nuestro corazón» (ver el estudio del jueves)? ¿Qué revela esto sobre la naturaleza de Dios y la del Cielo mismo? En este sentido, ¿cómo podemos ser mejores ciudadanos del Cielo en relación con la difusión del amor de Dios de manera que traiga luz y justicia a los oprimidos?
¿Qué medidas prácticas debería tomar tu iglesia local para reflejar la preocupación de Dios por el amor y la justicia en tu comunidad? ¿Qué están tú y los miembros de tu iglesia haciendo bien en la comunidad donde viven? ¿En qué necesitas mejorar y centrarte más?
¿Qué pasos tangibles pueden tú y tus hermanos en la fe dar individual y colectivamente para actuar según lo que hemos estudiado acerca del amor y la justicia de Dios?