LECCION 3

  • Categoría: LECCION 1 - 2025
  • Publicado el Lunes, 13 Enero 2025 13:49
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Lección 3 Edición Adultos: – Para agradar a Dios – Para el 18 de enero de 2025, (1er Trimestre)

Sábado, Enero 11

Para agradar a Dios

Lee para el estudio de esta semana

Lucas 15: 11-32Sofonías 3: 17Efesios 5: 25-28Isaías 43: 4Romanos 8: 15: 8Marcos 9: 17-29.

Para memorizar
«Jehová está en medio de ti; ¡él es poderoso y te salvará! Se gozará por ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos» (Sof. 3: 17).

Imagina la siguiente situación: En el Día del Padre, un niño de cinco años se acerca a su progenitor con un regalo mal envuelto y se lo entrega emocionado. El padre le dice: «Hijo, no me importa tu regalo. Al fin y al cabo, no hay nada que puedas darme que me satisfaga. Cualquier cosa que me des la puedo conseguir yo mismo, la he comprado con mi dinero o está hecha con materiales que yo he pagado. Así que, guárdate tu regalo. No lo necesito ni lo quiero. Pero aun así te amo».

¿Qué te parece la reacción imaginaria de ese padre? Vienen a mi mente palabras como «sin corazón», «frío» e «insensible». ¿Es así como Dios nos responde? ¿Podemos agradar a Dios? Aunque sea difícil de imaginar, incluso nosotros, seres caídos, corrompidos por el pecado y propensos al mal, podemos agradar a Dios. En otras palabras, Dios no nos considera a nosotros ni los dones que le traemos con la actitud de ese padre. Al contrario, podemos agradar a Dios, pero solo por medio de Cristo.

 

Domingo, Enero 12

Más valioso de lo que puedes imaginar

Como vimos en una lección anterior, no hay nadie, incluso el peor pecador o malhechor, a quien Dios no ame. Puesto que Dios valora a las personas más de lo que podemos imaginar, le disgusta el pecado porque nos ama y sabe el daño que el pecado nos hace.

Lee Lucas 15: 11 al 32. ¿Qué revela la parábola del hijo pródigo acerca de la compasión y el amor de Dios? ¿Qué advertencia hace a quienes, como el otro hijo, permanecieron en casa?

En esta historia que cuenta Jesús, el hijo menor de un hombre pidió su herencia antes de tiempo, lo que implicó rechazar a su padre y su familia. El hijo pródigo dilapida su herencia y se ve reducido a la pobreza y al hambre, al punto de anhelar la comida con que alimenta a los cerdos puestos a su cuidado. Al darse cuenta de que los criados de su padre tienen comida en abundancia, decide volver a casa con la esperanza de convertirse en uno de ellos.

Lo que sigue es impactante. Algunos padres rechazarían a un hijo como ese. «Tomaste tu herencia y te fuiste lejos. Ya no hay aquí lugar para ti». Esa sería en verdad una actitud lógica. A los ojos de algunos padres, ese joven había ido demasiado lejos como para ser aceptado de nuevo en casa, especialmente como hijo.

Pero, en la parábola, el padre (que representa a Dios mismo) no reacciona así. Por el contrario, «cuando [el hijo pródigo] aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó» (Luc. 15: 20). Aunque en aquellos tiempos se consideraba poco digno que el dueño de la casa fuera en busca de alguien, el padre, en su gran compasión, salió a buscar a su hijo. Incluso organizó una fiesta de bienvenida para él, lo cual representa la gran compasión de Dios por cada persona descarriada y el gozo que siente cuando aun una sola persona vuelve al hogar. ¡Qué hermosa imagen de Dios!

Resulta interesante la reacción del otro hijo. ¿Por qué fue una reacción tan humana, basada, al menos en parte, en la justicia, y también tan comprensible? Sin embargo, ¿qué nos enseña esa parte de la historia acerca de cómo los conceptos humanos de justicia no captan la profundidad del evangelio o del amor de Dios por nosotros?

 

Lunes, Enero 13

El regocijo de Dios

Aunque nos cueste imaginarlo, Dios considera que cada persona tiene un valor incalculable, y por eso se regocija por la salvación de una sola alma.

Lee Sofonías 3: 17. ¿Cómo arroja luz este versículo sobre la parábola del hijo pródigo?

Sofonías 3: 17 muestra enfáticamente el deleite que Dios experimenta por la redención de su pueblo. En este versículo aparecen casi todas las palabras del idioma hebreo que expresan alegría y regocijo. Daría la impresión de que ninguno de esos términos fuera suficiente por sí solo para describir la magnitud del regocijo divino. Nota también dónde está Dios según este versículo: «en medio» de su pueblo. La reconciliación que surge de la relación de amor implica la presencia inmediata de Dios. Al igual que el padre que corrió al encuentro de su hijo, Dios está en medio de su pueblo.

En Isaías 62: 4 se utiliza una analogía matrimonial. Según ese texto, el pueblo de Dios sería llamado «Hefzi-bá», que significa «mi delicia»; y la tierra recibiría el nombre de «Beula», que significa «casada». ¿Por qué? Porque, como dice el texto, «el Señor se deleita en ti y te reclamará como su esposa» (NTV). El pináculo mismo de la alegría de Dios está reservado para el día de la restauración, cuando él recibirá a su pueblo y se regocijará a causa de nosotros, así como el padre se regocijó por el regreso de su hijo pródigo.

Lee Efesios 5: 25 al 28. ¿Qué dice esto acerca del tipo de amor que también nosotros estamos llamados a demostrar?

Este pasaje exhorta a los esposos a amar a sus esposas «como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella», y a amarlas «como a sus mismos cuerpos» (Efe. 5: 2528). Estos textos no solo ponen de relieve el tipo de amor desinteresado y abnegado que un marido debe prodigar a su esposa, sino que también muestran que Cristo mismo ama a su pueblo (la iglesia) como parte de sí mismo.

 

Martes, Enero 14

¿Complacer a Dios?

¿Cómo es posible que el Dios del universo se complazca en meros seres humanos, fugaces manchas de protoplasma en un minúsculo planeta en medio de lo que probablemente sea un universo infinito? ¿Cómo es posible que los seres humanos importen tanto al Ser supremo, que es todopoderoso y no necesita nada? Estas preguntas pueden dividirse en dos aspectos. En primer lugar, ¿cómo puede Dios mismo deleitarse? En segundo lugar, ¿cómo podemos los seres humanos deleitarlo, sobre todo en vista de nuestra pecaminosidad? El primer aspecto de estas preguntas es el tema de nuestro estudio de hoy; el segundo aspecto nos ocupará mañana.

Lee Isaías 43: 4Salmo 149: 4; y Proverbios 15: 8 y 9. ¿Qué nos dicen estos textos acerca del deleite de Dios a causa de nosotros individualmente y de su pueblo?

Como vimos parcialmente ayer, Dios puede complacerse en los seres humanos porque ama a las personas de una manera que tiene en cuenta los mejores intereses para ellas, así como lo haría cualquiera que amara y se preocupara por los demás.

Por el contrario, Dios se disgusta con su pueblo cuando este hace lo malo. De hecho, Proverbios 15: 8 y 9 enseña que, mientras que el «sacrificio» y el «camino» de los malvados son «abominable[s] para Jehová», la «oración de los rectos es su gozo» y «él ama al que sigue la justicia». Este pasaje no solo muestra que a Dios le disgusta el mal, sino también que se deleita en la bondad. Además, pone el deleite divino y el amor en una relación directa, mostrando la profunda conexión existente entre el amor de Dios y su deleite, que aparece en toda la Escritura.

Según Salmo 146: 8: «Jehová ama a los justos». Otro texto, 2 Corintios 9: 7, añade: «Dios ama al dador alegre». Observa, en primer lugar, lo que estos versículos no dicen. No dicen que Dios ama solo a los justos o que Dios ama solo al dador alegre. Dios ama a todos. Sin embargo, para que estos textos transmitan algo, deben significar que Dios ama a «los justos» y «al dador alegre» en algún sentido especial. Lo que hemos visto en Proverbios 15: 8 y 9 contiene la clave acerca de esto: Dios los ama en el sentido de estar complacido con ellos.

Piensa en cuán estrechamente ligados están el Cielo y la Tierra para que Dios, el Creador del universo, esté tan íntimamente comprometido, incluso emocionalmente, con nosotros. ¿Qué esperanza debería darte esta asombrosa idea, especialmente si estás atravesando por un mal momento?

 

Miércoles, Enero 15

Piedras vivas

¿Cómo es posible que nosotros, seres caídos y pecadores, podamos agradar a un Dios santo?

Lee Romanos 5: 8; y 8: 1. ¿Qué enseñan estos textos acerca de nuestra posición ante Dios?

Dios concede su gracia a las personas antes de cualquier respuesta humana. Antes de cualquier cosa que digamos o hagamos, Dios se acerca a nosotros y nos da la oportunidad de aceptar o rechazar su amor. Como dice Romanos 5: 8: «Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (compara con Jer. 31: 3). Podemos reconciliarnos con Dios y ser agradables a sus ojos por la fe y en virtud de la obra de nuestro Redentor.

Lee 1 Pedro 2: 4 al 6 y compáralo con Hebreos 11: 6. ¿Qué nos dice esto acerca de cómo podemos agradar a Dios?

Sin la intervención de Dios, las personas caídas son incapaces de aportar nada valioso a Dios. Sin embargo, en su gracia y misericordia, él ha abierto un camino para ello a través de la obra de Cristo. Concretamente, «por medio de Jesucristo» podemos «ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios» (1 Ped. 2: 5). Aunque «sin fe es imposible agradar a Dios» (Heb. 11: 6), por la obra mediadora de Cristo, Dios hará a los creyentes «aptos en todo lo bueno para hacer su voluntad, haciendo él en nosotros lo que es agradable delante de él por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Heb. 13: 21). Quienes responden a Dios por la fe son considerados justos ante él por la mediación de Cristo, cuya justicia es aceptable. Así, quienes responden a las amorosas propuestas de Dios son considerados dignos en virtud de la mediación de Cristo (Luc. 20: 35), quien los transforma a su semejanza (1 Cor. 15: 51-571 Juan 3: 2). La obra redentora de Dios no es solo algo hecho para nosotros, sino también en nosotros.

¿Por qué es tan alentadora la idea de que Cristo medie por ti en el Cielo?

 

Jueves, Enero 16

Un objetivo digno

Al amparo de la misericordia y la mediación de Dios, él se complace aun en la más pequeña respuesta positiva a su amor. Por medio de Aquel que es el único digno de amor y perfectamente justo, cada uno de nosotros puede ser considerado justo y contado entre los amados de Dios que vivirán con él en perfecto amor por la eternidad. Esta es la gran esperanza de la Redención, que implica la obra de Cristo por nosotros en el Cielo.

Pero, tal vez te preguntes, ¿esto puede incluirme a mí también? ¿Y si no soy lo suficientemente bueno? ¿Y si carezco de la fe suficiente?

Lee Marcos 9: 17 al 29. ¿Cómo responde Dios al hombre del relato? ¿Cuánta fe es suficiente?

Los discípulos no pudieron expulsar al demonio. Para este padre y su hijo, toda esperanza parecía perdida. Pero Jesús se acercó y le dijo al padre: «Si puedes creer, al que cree todo le es posible» (Mar. 9: 23). Y el padre clamó diciendo: «Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!» (Mar. 9: 24, DHH).

Jesús no dijo al hombre: «Vuelve a mí cuando tengas más fe». En lugar de eso, su clamor: «¡Ayúdame a creer más!» fue suficiente.

Sin fe es imposible agradar a Dios (Heb. 11: 6). Sin embargo, Jesús acepta aun la fe más pequeña. Podemos agradar a Dios por la fe en virtud de la mediación de Cristo. Por medio de la fe y gracias a la obra de Cristo en nuestro favor, podemos responder de forma que agrademos a Dios, así como un padre humano se complace cuando su hijo le da un regalo, aunque este no tenga valor en sí mismo.

Por lo tanto, debemos seguir el consejo de Pablo de que nuestro objetivo sea «agradar» a Dios (2 Cor. 5: 910; compara con Col. 1: 101 Tes. 4: 1Heb. 11: 5). Además, debemos pedir a Dios que transforme nuestros intereses para que incluyan el bienestar de aquellos a quienes amamos y que expanda nuestro amor para que alcance a otros. «Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás. Si algo demanda diligencia, no seamos perezosos; sirvamos al Señor con espíritu ferviente. Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración. Ayudemos a los hermanos necesitados. Practiquemos la hospitalidad» (Rom. 12: 10-13, RVC).

Si Dios nos acepta a través de Cristo, ¿cuánto más deberíamos aceptar a los demás? ¿Qué luz arrojan sobre esta idea el mandamiento de amar a tu prójimo como a ti mismo (Lev. 19: 18Mat. 22: 39) y la Regla de Oro de tratar a los demás como quieres que te traten?

 

Viernes, Enero 17

Para estudiar y meditar

Lee el capítulo titulado «No se turbe vuestro corazón», páginas 633 a 650 de El Deseado de todas las gentes, de Elena G. de White.

«El Señor se chasquea cuando su pueblo se tiene en estima demasiado baja. Desea que su heredad escogida se estime según el valor que él le ha atribuido. Dios la quería; de lo contrario no hubiera mandado a su Hijo a una empresa tan costosa para redimirla. Tiene empleo para ella y le agrada cuando le dirige las más elevadas demandas a fin de glorificar su nombre. Puede esperar grandes cosas si tiene fe en sus promesas.

»Pero orar en nombre de Cristo significa mucho. Significa que hemos de aceptar su carácter, manifestar su espíritu y realizar sus obras. La promesa del Salvador se nos da bajo cierta condición. “Si me amáis —dice— guardad mis mandamientos”. Él salva a los hombres no en el pecado, sino del pecado; y los que le aman mostrarán su amor obedeciéndole.

»Toda verdadera obediencia proviene del corazón. La de Cristo procedía del corazón. Y si nosotros consentimos, se identificará de tal manera con nuestros pensamientos y fines, amoldará de tal manera nuestro corazón y mente en conformidad con su voluntad, que cuando le obedezcamos estaremos tan solo ejecutando nuestros propios impulsos. La voluntad, refinada y santificada, hallará su más alto deleite en servirle. Cuando conozcamos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de continua obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y tenemos comunión con Dios, el pecado llegará a sernos odioso» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 637).

Preguntas para dialogar:

¿Qué puede significar «recibir desinteresadamente»? ¿Cómo crees que será la relación de dar y recibir en el Cielo y en la Tierra Nueva?

Provenientes de una parte lejana del cosmos (quizá más allá del alcance del telescopio espacial James Webb), los mensajeros celestiales se refirieron al profeta Daniel como jamudot: en hebreo, «amado, deseable, precioso». Y lo hicieron tres veces. En Daniel 9: 23, Gabriel dice: «Porque tú eres muy amado» (ki jamudot attah). En Daniel 10: 11, un ser celestial (tal vez nuevamente Gabriel) lo llama, «varón muy amado» (ish jamudot), una frase repetida a Daniel más tarde (Dan. 10: 19). Piensa en lo que esto dice de Dios y de cuán cerca está de nosotros. ¿Qué esperanza puedes extraer para ti mismo de esta asombrosa verdad?

¿Cómo se relacionan los ejemplos de los héroes de la fe de los que se habla en Hebreos 11 con el contenido de la lección de esta semana? Específicamente, ¿qué revelan tales ejemplos acerca de cómo es posible «agradar a Dios» por la fe? ¿Qué puedes aprender y aplicar a tu vida diaria de esos ejemplos de fe y fidelidad?