Lección 6
- Categoría: LECCION 3- 2024
- Publicado el Lunes, 05 Agosto 2024 15:47
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DE ADENTRO HACIA AFUERA

Sábado 3 de agosto
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- Audio Lección -
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Marcos 7; Isaías 29:13; Éxodo 20:12; Marcos 8:1-21.
PARA MEMORIZAR: “Nada exterior al hombre puede entrar en él y contaminarlo. Más bien lo que sale del hombre es lo que lo contamina” (Mar. 7:15). CB
Esta semana estudiaremos Marcos 7 y la primera mitad del capítulo 8. Al comienzo de Marcos 7, Jesús suscita controversia por su rechazo de la tradición religiosa. No obstante, lo hace de una manera sorprendentemente solidaria con algo muy relevante para la vida cristiana hoy.
Jesús presenta luego un acertijo que abre la puerta a una comprensión correcta de qué es en verdad la fe. Después de esto, se dirige a Tiro y Sidón y tiene allí un encuentro con una mujer que fue la única persona que le ganó una discusión a Jesús en los evangelios. Su encuentro con ella es inusual y hay bajo su superficie algunos mensajes cifrados con los que la mujer fue capaz de interactuar. En vista de su fe, Jesús le concedió lo que pedía.
Marcos 7 registra otra curación realizada por Jesús y así revela la importante verdad de que, independientemente de cuán impresionantes puedan ser los milagros, a menudo no alcanzan para que los corazones se abran a la verdad. Después de todo, ¿qué bien hicieron los milagros a los líderes religiosos que estaban empeñados en rechazar a Jesús?
En Marcos 8, nuestro estudio se enfoca en el significado del pan como símbolo de enseñanzas y tradiciones. Estas historias contienen grandes lecciones acerca del significado y la práctica de la vida religiosa.
Comentarios Elena G.W
Desde sus más tiernos años, el niño judío estaba rodeado por los requerimientos de los rabinos. Había reglas rígidas para cada acto, aun para los más pequeños detalles de la vida. Los maestros de la sinagoga instruían a la juventud en los incontables reglamentos que los israelitas ortodoxos debían observar. Pero Jesús no se interesaba en esos asuntos. Desde la niñez, actuó independientemente de las leyes rabínicas. Las Escrituras del Antiguo Testamento eran su constante estudio, y estaban siempre sobre sus labios las palabras: “Así dice Jehová”.
A medida que empezó a comprender la condición del pueblo, vió que los requerimientos de la sociedad y los de Dios estaban en constante contradicción. Los hombres se apartaban de la Palabra de Dios, y ensalzaban las teorías que habían inventado. Observaban ritos tradicionales que no poseían virtud alguna. Su servicio era una mera repetición de ceremonias; y las verdades sagradas que estaban destinadas a enseñar eran ocultadas a los adoradores. Él vió que en estos servicios sin fe no hallaban paz. No conocían la libertad de espíritu que obtendrían sirviendo a Dios en verdad. Jesús había venido para enseñar el significado del culto a Dios, y no podía sancionar la mezcla de los requerimientos humanos con los preceptos divinos (El Deseado de todas las gentes, p. 64).
A la multitud, y más tarde con mayor plenitud a sus discípulos, Jesús explicó que la contaminación no proviene de afuera, sino de adentro. La pureza e impureza se refieren al alma. Es la mala acción, la mala palabra, el mal pensamiento, la transgresión de la ley de Dios, y no la negligencia de las ceremonias externas ordenadas por los hombres, lo que contamina a un hombre.
Los discípulos notaron la ira de los espías al ver desenmascarada su falsa enseñanza… Esperando que él conciliaría a los enfurecidos magistrados, dijeron a Jesús: “¿Sabes que los fariseos oyendo esta palabra se ofendieron?”
Él contestó: “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada”. Las costumbres y tradiciones tan altamente apreciadas por los rabinos eran de este mundo, no del cielo. Por grande que fuese su autoridad sobre la gente, no podían soportar la prueba de Dios. Cada invención humana que haya sustituído los mandamientos de Dios, resultará inútil (El Deseado de todas las gentes, p. 363).
La substitución de los mandamientos de Dios por los preceptos de los hombres no ha cesado. Aun entre los cristianos, se encuentran instituciones y costumbres que no tienen mejor fundamento que la tradición de los padres. Tales instituciones, al descansar sobre la sola autoridad humana, han suplantado a las de creación divina. Los hombres se aferran a sus tradiciones, reverencian sus costumbres y alimentan odio contra aquellos que tratan de mostrarles su error. En esta época, cuando se nos pide que llamemos la atención a los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, vemos la misma enemistad que se manifestó en los días de Cristo (El Deseado de todas las gentes, p. 363).