LECCION 5
- Categoría: LECCION 1 - 2025
- Publicado el Jueves, 23 Enero 2025 19:43
- Escrito por Super User
- Visto: 7
-
LA IRA DEL AMOR DIVINO

<scope="col" style="padding: 0px; box-sizing: border-box;">
- Audio Lección -
SÁBADO 25 DE ENERO
Lee para el estudio de esta semana
Para memorizar
«Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad y no los destruía; apartó muchas veces su ira y no despertó todo su enojo» ( ).
La compasión de Dios es generalmente celebrada, pero a muchos les molesta la idea de su ira. Piensan que si Dios es amor nunca debería expresar ira. Sin embargo, esa idea es errónea, ya que su ira surge directamente de su amor.
Algunos afirman que el Dios del Antiguo Testamento es aireado y que el Nuevo Testamento es amoroso. Pero solo hay un Dios, y se revela como el mismo en ambos Testamentos. El Dios que es amor se enoja ante el mal precisamente porque él es amor. Jesús mismo expresó una profunda ira contra el mal, y el Nuevo Testamento registra numerosas veces la ira justa y apropiada de Dios.
La ira de Dios es siempre su respuesta justa y amorosa contra el mal y la injusticia. La ira divina es una justa indignación motivada por la bondad y el amor perfecto, y busca el bienestar de toda la Creación. La ira de Dios es simplemente la respuesta apropiada del amor al mal ya la injusticia. En consecuencia, el mal provoca la pasión de Dios a favor de las víctimas del mal y en contra de sus victimarios. La ira divina es, pues, otra expresión del amor divino.
Reavivados por su Palabra: Hoy, Colosenses 1 CB
La indignación de Cristo iba dirigida contra la hipocresía, los groseros pecados por los cuales los hombres destruían su alma, engañaban a la gente y deshonraban a Dios. En el raciocinio especioso y seductor de los sacerdotes y gobernantes, él discernió la obra de los agentes satánicos. Aguda y escudriñadora había sido su denuncia del pecado; pero no habló palabras de represalias. Sentía una santa ira contra el príncipe de las tinieblas; pero no manifestó irritación. Así también el cristiano que vive en armonía con Dios y posee los suaves atributos del amor y la misericordia, sentirá una justa indignación contra el pecado; pero no le incitará la pasióna vilipendiar a los que le vilipendien. Aun al hacer frente a aquellos que, movidos por un poder infernal, sostienen la mentira, conservará en Cristo la serenidad y el dominio propio (Exaltad a Jesús, p. 331).
La tolerancia de Dios ha sido muy grande, tan grande que cuando consideramos el continuo desprecio manifestado hacia sus santos mandamientos, nos asombramos. El Omnipotente ha ejercido un poder restrictivo sobre sus propios atributos. Pero se levantará ciertamente para castigar a los impíos, que con tanta audacia desafiaban las justas exigencias del Decálogo.
Dios conceda a los hombres un tiempo de gracia; pero existe un punto más allá del cual se agota la paciencia divina y se han de manifestar con seguridad los juicios de Dios. El Señor soportó durante mucho tiempo a los hombres y las ciudades, enviando misericordiosamente amonestaciones para salvarlos de la ira divina; pero llegará el momento en que ya no se oirán las súplicas de misericordia, y el elemento rebelde que continúe rechazando la luz de la verdad quedará raído, por efecto de la misericordia hacia él mismo y hacia aquellos que podrían, si no fuese así, sentir la influencia de su ejemplo (Profetas y reyes, págs. 206, 207).
Estudiamos más diligentemente la Palabra de Dios. La Biblia es tan sencilla y clara, que todos los que quieren, entenderán. Agradezcamos a Dios por su preciosa Palabra y por los mensajes de su Espíritu que dan tanta luz. Se me ha informado que cuanto más estudiemos el Antiguo y el Nuevo Testamento, más se impresionará en nuestra mente el hecho de que cada uno de ellos tiene una estrecha relación con el otro, y tanto más evidencia tendremos de su divina inspiración. Veremos claramente que ambos tienen un solo Autor. El estudio de estos preciosos volúmenes nos enseñará a formar caracteres que revelarán los atributos de Cristo (Mensajes selectos, t. 3, p. 409).
El Antiguo Testamento... no se escribió únicamente para los antiguos, sino que era para todos los siglos y para todas las gentes. Jesús quería que los maestros de su doctrina escudriñaran diligentemente el Antiguo Testamento en busca de aquella luz que establece su identidad como el Mesías predicho en la profecía, y revela la naturaleza de su misión para el mundo. El Antiguo y el Nuevo Testamento son inseparables pues ambos son las enseñanzas de Cristo (Comentario de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1069).