LECCION 11

Lección 11: Para el 18 de marzo de 2023
CÓMO ADMINISTRARSE EN TIEMPOS DIFÍCILES 

Sábado 11 de marzo

ESTUDIOS DIARIOS

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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Crónicas 20:1–22; 1 Crónicas 21:1–14; 2 Pedro 3:3–12; 1 Juan 2:15–17; Apocalipsis 13:11–17.

PARA MEMORIZAR:
“Ofrece a Dios sacrificios de alabanza, y paga tus votos al Altísimo, e invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Sal. 50:14, 15).

A veces, nuestro mundo parece estar fuera de control: guerras, derramamiento de sangre, crímenes, inmoralidad, desastres naturales, pandemias, incertidumbre económica, corrupción política y más. Existe una gran necesidad en la gente y las familias de pensar primero en su supervivencia. En consecuencia, se piensa mucho en buscar seguridad en estos tiempos inciertos; lo cual, por cierto, es comprensible.
Los afanes de la vida requieren gran parte de nuestra atención diaria. Hay deudas que pagar, hijos que criar, una casa que mantener; todo esto requiere tiempo y reflexión. Y, por supuesto, necesitamos ropa, comida y techo. En el Sermón del Monte, Jesús abordó estas necesidades básicas y luego declaró: “Porque los paganos buscan todas estas cosas, que su Padre celestial sabe que ustedes necesitan. Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mat. 6:32, 33).
En medio de tiempos difíciles, cuando necesitamos apoyarnos en el Señor más que nunca, hay algunos pasos concretos, basados en principios bíblicos, que debemos seguir


Comentarios Elena GW

No es la voluntad de Dios que sus hijos estén abrumados por las sospechas. Pero nuestro Señor no nos engaña. No nos dice: “No temáis; no hay peligro en tu envío”. Sabe que hay pruebas y peligros, y no trata de ocultarlos. No se propone sacar a su pueblo de un mundo de pecado y maldad, pero les señala un refugio seguro ( A fin de conocerle , p. 224).
Dios conoce nuestras necesidades y ha hecho para satisfacerlas. El Señor tiene una tesorería con abundantes provisiones para sus hijos, y puede darles lo que necesitan en todas las circunstancias. ¿Entonces por qué no confiáis en él? Ha hecho preciosas promesas a sus hijos a condición de que obedezcan fielmente sus preceptos. No hay ninguna carga que no pueda quitar, ninguna tiniebla que no pueda disipar, ninguna debilidad que no pueda transformar en poder, ningún temor que no pueda apaciguar, ninguna aspiración digna que no pueda guiar y justificar ( A fin de conocerle , p . 223 ).
Muchas veces, al encontrarnos en situación penosa, dudamos de que el Espíritu de Dios nos haya estado guiando. Pero fue la dirección del Espíritu la que llevó a Jesús al desierto, para ser tentado por Satanás. Cuando Dios nos somete a una prueba, tiene un fin que lograr para nuestro bien. Jesús no confió presuntuosamente en las promesas de Dios yendo a la tentación sin recibir la orden, ni se entregó a la desesperación cuando la tentación le sobrevino. Ni debemos hacerlo nosotros. “Fiel es Dios, que no os dejarán ser tentados más de lo que podéis llevar; antes dar también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar”. Él dice: “Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo. E invócame en el día de la angustia: te bibliotecaré, y tú me honrarás”. 1 Corintios 10:13 ; Salmo 5:14, 15 (El Deseado de todas las gentes , pág. 102).
Cuando sufrimos pruebas que parecen inexplicables, no debemos permitir que nuestra paz sea mala. Por injustamente que seamos tratados, no permitamos que la pasión se despierte. Condescendiendo con un espíritu de venganza nos dañamos a nosotros mismos. Destruimos nuestra propia confianza en Dios y ofendemos al Espíritu Santo. Hay a nuestro lado un testigo, un mensajero celestial, que levantará por nosotros una barrera contra el enemigo. Él nos envolverá con los brillantes rayos del Sol de Justicia. A través de ellos Satanás no puede penetrar. No puede atravesar este escudo de luz divina.
Mientras el mundo progresa en la impiedad, ninguno de nosotros necesita hacerse la ilusión de que no tendrá dificultades. Pero son esas mismas dificultades las que nos llevan a la cámara de audiencias del Altísimo. Podemos pedir un consejo Aquel que es infinito en sabiduría.
El Señor dice: “Invócame en el día de la angustia”. Salmo 50:15 . Él nos invita a presentarle lo que nos tiene perplejos y lo que hemos menester, y nuestra necesidad de la ayuda divina. Nos aconsejan ser constantes en la oración. Tan pronto como surjan las dificultades, debemos dirigirle nuestras sinceras y fervientes peticiones. Nuestras oraciones importunas evidencian nuestra vigorosa confianza en Dios. El sentimiento de nuestra necesidad nos induce a orar con fervor, y nuestro Padre celestial es movido por nuestras súplicas ( Palabras de vida del gran Maestro , pp. 135, 136).


  Reavivados por su Palabra: Hoy,

Nehemías 9